Tercera parte: Llorente afrancesado
XVII. La elección de un camino
61. Una monarquía en almoneda
"El momento más crucial en la vida de Llorente arrancó de 1808, cuando en plena desintegración del Antiguo Régimen logró encaramarse al poder y ostentar cargos y responsabilidades que nunca hubiera soñado. Bien está que reconozcamos las circunstancias de aquel tiempo y analicemos el escenario social en el que actuó nuestro protagonista, antes de penetrar en las vicisitudes que propiciaron su meteórico ascenso.
Al iniciarse el siglo XIX, España pasaba por un momento sumamente crítico, probablemente el más calamitoso de su historia, ya que al declive y desprestigio de la monarquía que nos gobernaba, se unía el de la administración y el de una economía que habían llegado a una situación insostenible.
La agonía del Antiguo Régimen era cosa anunciada desde hacía algunos años. La España de los últimos borbones no tenía parangón. Gobernaba un rey sin voluntad, Carlos IV, negligente y apartado de las tareas del Estado, beato y sin personalidad e inclinado por completo ante su intrigante esposa, María Luisa. Con ésta coincidía sólo en una cosa: en el favor dispensado al favorito, Godoy. verdadero monarca de la nación. Este fantasmal trío sólo tuvo la oposición de otro trío más nefasto si cabe: el formado por el hijo del rey, Fernando y sus mentores, el abate Escoiquiz y el duque del Infantado, ambos intrigantes de oficio. Todos ellos buscando su mayor beneficio enredaron la madeja y convirtieron el país en un juguete, en el hazmerreír de Europa.
Fue Godoy el más culpable de todo. Este calamitoso favorito hundió nuestro Erario, nos complicó en guerras que nos arruinaron y favoreció una corrupción administrativa escandalosa. A sus adversarios interiores los eliminó sin contemplaciones y en alianza con la reina, puso y quitó personas en el Gobierno sin ton ni son, granjeándose la antipatía incluso de quienes más podían ayudarle. Con Godoy, el desquiciamiento de la política llegó a extremos inconcebibles, no sólo por la catástrofe" ...
Texto extraído de Juan Antonio Llorente, español maldito
Francisco Fernández Pardo
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